Animo a todos a trabajar como au pairs

Marina, sevillana de cuna, se fue a trabajar como au pair a Venecia, Italia. Para ella, Venecia es una ciudad muy especial y los venecianos, acogedores y amables. Allí aprendió la verdadera vida a la italiana. 

Marina se divirtió mucho en Venecia

¡Buenas! Mi nombre es Marina, tengo 21 años y soy de Sevilla, España. Mi tránsito como au pair tiene su historia: tengo una muy buena amiga, Marta, que decidió embarcarse en esta experiencia en Londres, y yo quise probar suerte porque la idea me encantaba.

Cambié mi vida para dedicarla por entero a la música

Mi situación era y es la siguiente: tras terminar bachillerato y hacer un año en la Universidad en Historia del Arte, me di cuenta de que aquello no me llevaba a ninguna parte, simplemente porque no era mi vocación, no estaba hecha para dedicar mi vida a ello. Y lo supe en cuando tuve una flauta travesera en mis manos, así que... Sí, ¡dejé mis estudios universitarios por dedicarme por entero a la música!

¿Por qué no pasar un verano diferente?

En mi familia ya contamos con un gran músico, director de orquesta y mejor persona, que es mi hermano mayor, así que todos me apoyaron desde el primer minuto. En Mayo de 2014 tuve unas pruebas de acceso al conservatorio, y de entre todas las interminables pruebas, suspendí una de ellas, dando lugar a que me suspendieran la prueba entera. En ese momento llevaba ya un mes rondando la idea de irme a pasar un verano diferente (Sevilla en verano NO es nada aconsejable…) y, tras hacer mis pruebas, contacté con unas cuantas familias que no coincidían con mis intereses (entre ellos, que la estancia durara hasta principios de septiembre).

Una familia de Venecia se puso en contacto conmigo

Un buen día, recibí un mensaje de una mujer llamada Camilla, de Venecia, que buscaba au pair desesperadamente desde el 15 de junio hasta el 10 de septiembre. Al principio, me asustó la idea tremendamente, puesto que no me veía capaz de coger aviones sola y plantarme en un país del que ni siquiera recordaba el idioma, porque estudié italiano hacia tres años y no fue hasta la tercera semana que pude empezar a poner en pie frases coherentes.

Congeniamos, me decidí e hice la maleta

Tras charlar con ella y hacer Skype (IMPORTANTE, esto es un paso que veo no obligatorio, sino ¡imprescindible!), me presentó a Edwin, un precioso niño rubio de 4 añitos y muy MUY activo. Congeniamos, me decidí, hice la maleta, volé rumbo a Barcelona y de ahí, a Venecia. Cuando llegué a aquella terminal, tras recoger el equipaje, empezó la parte graciosa: debía coger un famoso Vaporetto (autobús acuático) para llegar a Lido di Venezia, donde vivía ella con su hijo. ¡Y sin problemas! Llegué un día nublado con viento y fresco (no cambió mucho durante todo el verano; las tormentas venecianas son algo que me marcaron a fuego) y a partir del segundo día, comenzó mi verdadera historia como au pair.

Los venecianos siempre ofrecen su mejor sonrisa

Venecia es una ciudad muy peculiar en el sentido de que, para ser sinceros, a gran parte de los venecianos les molestan los turistas, pero sin ellos, Venecia se vendría un poco abajo (desde mi humilde opinión). Nunca tuve ningún altercado con ningún italiano y además, pese a que quizás les disturba de más las personas españolas, no son desagradables y siempre ofrecen su mejor sonrisa. Mi día a día consistía en estar con el pequeño de 10:30 a 16:00, pero esto dependía mucho de la jornada laboral de la madre, puesto que trabaja en el restaurante familiar y estaba a pie de playa.

Hice mucha vida familiar, aunque también salí con otra au pair

Esto quiere decir que, en días de tormenta o lluvia intensa, no había trabajo, ni para ella, ni para mí. (Aunque debo añadir que esto no varió en el pago semanal). Hacíamos mucha vida juntos, veíamos películas los tres, salíamos a cenar, íbamos a la playa… He de decir que tuve más tiempo libre del que me imaginaba, pero quizás hubiera cambiado esto en el sentido de que no conocí a nadie italiano propiamente con quien entablara amistad, pero por casualidades de la vida, me hice muy amiga de una chica que se llama Laura, que fue a trabajar también de au pair, ¡y también de Sevilla! Con ella conocí Venecia a fondo y las islas que rodean a la ciudad.

Lo que más me gustaba de mi trabajo como au pair era la confianza que se creó entre nosotros, lo lindo que era el niño al que cuidaba y la vida en familia, puesto que soy una persona bastante familiar, y agradezco profundamente que me hicieran un hueco tanto en su casa como en su rutina. Disfruté mucho de los paseos con el pequeño Edwin al parque, comiendo los dos, viendo películas, jugando con sacos y sacos de juguetes y peluches que tenía (y sigue teniendo, y en aumento…).

Salí hablando un italiano bastante decente

Para concluir mi experiencia, también añado que salí hablando un italiano bastante decente, y no fui a clases. Esto me enseñó que vayas al país que vayas, con tener una pequeña base se pueden construir grandes cosas. Sigo en contacto con mi familia veneciana, que me ha ofrecido volver a irme con ellos el verano que viene. Pero por ahora, creo que toca un destino distinto y vivencias distintas, así que espero que en Alemania o en Austria se me acoja igual o, en la medida de lo posible, mejor. Y por supuesto, animo a todas aquellas que quieran embarcarse en este mundo del au pair. ¡Un saludo!