Mejoré mi inglés e hice muchos amigos

Matilde no se ha arrepentido en ningún momento de haberse ido de au pair a Irlanda. Tuvo una buena experiencia con su familia de acogida en Galway y, además, pudo mejorar su inglés. Por eso, le gustaría repetir esta experiencia.

Au pair Matilde con su familia anfitriona

Ser au pair me pareció la solución ideal

Yo siempre había soñado con ver mundo y cuando amigos me contaban sus experiencias erasmus o similares, siempre había sentido un poco de envidia (sana) aunque nunca me había atrevido a hacerlo. Pero aquel verano, las oposiciones para ser maestra no me habían salido muy bien así que decidí que… era hora de empezar mi propia aventura y, como me encantan los niños y el dinero no es que me sobre, qué mejor forma de hacerlo que siendo au pair.

Encontré una familia en Irlanda

Elegí Irlanda porque siempre me habían llamado mucho la atención sus verdes paisajes y fue muy fácil encontrar familias que me quisieran, aunque difícil elegir entre tantas… Finalmente elegí una familia de tres niños (una chica y dos chicos) en Galway, en la costa oeste del país.

Hicimos varios Skypes y nos mandamos varios correos y fotos hasta que llegó la hora de conocernos en persona. La madre y el pequeño vinieron a recogerme al aeropuerto y ya en el coche yo iba haciéndole caritas al pequeño con lo cual este se reía muchísimo. Los niños eran de anuncio, la mayor muy responsable y los dos peques, con sus travesuras de niños. Pronto se acostumbraron a mí y, a veces, hasta preferían quedarse conmigo que con los padres.

Cocinar resultó un poco difícil al principio

Cuidar de los niños se me daba bien, jugábamos con lego, puzles, hacíamos manualidades e, incluso, muffins y postres juntos… Entre mis tareas estaba llevarlos y recogerlos de la escuela y la guarde, los cuales estaban lejos por lo que yo tenía que conducir (por la izquierda). Al principio fue un poco difícil pero los padres confiaron en mí y con tan sólo un día de prácticas ya fui a recoger a los peques.

También estaban entre mis tareas pasar la aspiradora y limpiar el polvo, doblar la ropa (planchar no) ordenar los cuartos, la cocina y… hacer de comer! Esto último fue lo que peor llevaba, porque tardaba mucho tiempo mientras pelaba patatas, zanahorias, hervía las legumbres y el arroz, asaba la carne, hacía una salsa, el puré de patatas… Así que aunque mi mañana supuestamente era libre, en realidad no tenía mucho tiempo para mí porque tenía que cocinar.

Conocí a muchísima gente

El tiempo libre lo tenía por la tarde, a partir de las 6:30. En invierno a esa hora no se puede hacer mucho, porque las tiendas y demás cierran pronto, pero yo iba a la academia de Inglés (en bici). Me acostumbré a la lluvia y me ponía chubasquero cada vez que llovía, que era casi siempre. También hice muchos amigos, algunos españoles, algunas au pair… pero como yo quería mejorar mi nivel de inglés, decidí ir a un intercambio que hacía una vez en semana y fue una idea genial, allí conocí a gente de muchísimos países diferentes y cada uno con miles de historias diferentes, algunos de los cuales llevaban tiempo en la ciudad y nos decían trucos y sitios donde había cosas divertidas que hacer. Era genial conocer a toda esa gente, hasta empecé una relación con un chico francés que, actualmente, es mi novio.

Los fines de semana que tenía libres también los utilizaba para conocer el país, así que visité otros pueblos y ciudades y paisajes de película… y como también he estudiado fotografía, pude hacer muchísimas fotos increíbles. Sin embargo con la familia no hice muchas excursiones, la madre era muy simpática y sonriente, pero también era muy, muy exigente y perfeccionista y algunas veces teníamos pequeños roces. Siendo objetiva, entiendo que ella tuviera una vida muy ocupada, con miles de cosas que hacer, pero no podía cargarme a mí con toda la responsabilidad, con lo cual, cuando mis horas de trabajo y mis tareas terminaban, yo intentaba salir a desconectar y pasear por la playa (que estaba a 15 minutos) o salir con los amigos.

A pesar de pequeños aspectos negativos, la experiencia fue buena

No es que me sintiera aislada en la familia, pero tampoco me sentía como un miembro más. Recuerdo, por ejemplo, que nunca me preguntaban si quería algo especial cuando íbamos a comprar al supermercado, incluso sabiendo que, por ejemplo, yo no tomaba bebidas con gas y que me gustaban los zumos. Nunca compraban nada en concreto para mí. He de reconocer que en mi habitación tenía una caja con galletas, algún zumito y otras cosas para cuando estaba hambrienta.
A pesar de eso la experiencia fue positiva: los niños y yo nos entendíamos a la perfección y mejoré mucho mi inglés (la hija mayor era una buena maestra). Estuve con ellos más de lo que pensábamos en un principio: ¡¡11 meses!! Y luego ellos vinieron a visitarme a España. Aún mantengo contacto con ellos y puede que vaya el próximo año, ya que la mayor hace la comunión.

Me gustaría volver a ser au pair

La experiencia me ha gustado tanto que estoy pensando repetir este año e incluso cambiar de país, puesto que ser au pair te ayuda a saber hasta donde puedes llegar y cómo reaccionar ante situaciones que no conoces… y aunque no te da para ahorrar si quieres conocer otras ciudades, es suficiente para el para el día a día sin tener que depender de tus padres.